La restauración de monumentos no solo se trata de lograr la permanencia de la materia, sino también conlleva la preservación de un conjunto de valores, que justifican la trascendencia del monumento. Por ello, este proceso debe basarse en una investigación interdisciplinar del patrimonio, que sea independiente de una intervención concreta.
De acuerdo con esta metodología, el trámite de la actuación se divide en una fase previa de documentación gráfica y documental. Además, del análisis del edificio a través del estudio estratigráfico de paramentos y fábricas y el análisis de aspectos constructivos y de materiales junto con sus patologías.
Luego se pasaría a la fase de intervención que se lleva a cabo siguiendo una serie de fases:
Primero es necesario consolidar el soporte del monumento, que puede ser de madera, piedra u otros materiales, cuando haya perdido su consistencia y en ocasiones, reponer piezas. Hay que tener en cuenta a los factores ambientales y resistencia mecánica.
En un segundo paso, se debe reforzar la adhesión de las partes, cuando se encuentran desprendidas o falte adherencia entre sí. El tipo de productos a utilizar tiene que estar de acuerdo a las características del aspecto primitivo.
En esta fase, la limpieza tiene que ser homogénea para no crear falsos históricos o acabados confusos. En este tipo de intervenciones debe limitarse a lo imprescindible de acuerdo a lo establecido en la metodología del proyecto. Nunca se debe alterar la estructura, ni el diseño de la obra, y en ningún caso la limpieza será profunda.
Esta recomposición se basará en las circunstancias de la obra sin distorsiona y siempre que sea posible, se recurrirá a seguir cualquier documento, gráfico o escrito, que aporte datos fidedignos de su aspecto primitivo.
Si es necesario, por último se aplicará una capa que proteja el monumento, evitando la alteración del acabado primitivo.