El mundo del vino ha experimentado una evolución constante a lo largo de los siglos, y los depósitos de vino no son una excepción. Desde los primeros recipientes de barro hasta los modernos depósitos de acero inoxidable, la forma en que se almacena y se fermenta el vino ha cambiado drásticamente a lo largo del tiempo.
Por ello, en este blog de Fetasa, exploraremos la fascinante historia de los depósitos de vino y cómo han evolucionado sus revestimientos para garantizar la calidad y la seguridad del vino.
Durante siglos, los depósitos de vino estuvieron hechos principalmente de barro y madera. Estos materiales ofrecían una excelente transpiración y permitían que el vino se desarrollara con los sabores y aromas característicos de la madera.
Sin embargo, estos depósitos también presentaban desafíos, como la porosidad del barro y el riesgo de contaminación bacteriana.
En el siglo XX, los depósitos de hormigón comenzaron a ganar popularidad en la industria del vino.
El hormigón ofrecía una excelente durabilidad y estabilidad térmica, lo que permitía un control más preciso de la temperatura durante la fermentación y el almacenamiento. Sin embargo, los depósitos de hormigón también presentaban problemas de porosidad y dificultades en la limpieza y desinfección.