Siempre que realizamos una obra o construcción en el exterior, los agentes externos hacen acto de aparición y se convierten en enemigos del hormigón.
Las variaciones de temperatura y, más concretamente, las heladas y el calor excesivos son los principales enemigos de este componente.
Las temperaturas muy bajas retrasan el fraguado ya que deben suspenderse en el momento en el que el termómetro marque 4 grados. Es habitual que si a una temperatura de 0 grados es necesario seguir hormigonando se debe añadir a la masa aditivos como por ejemplo el cloruro de calcio con una proporción en peso del 4 al 5% o bien calentar el agua de amasado.
El lado negativo de estos procedimientos es que pueden derivar en una disminución de la resistencia mecánica del hormigón. Por ello, si pueden preverse heladas nocturnas, es recomendable proteger el cimiento mediante recursos como tierra, sacos, paja, etc.
A los 7 días de hormigón endurecido hay que destacar que el peligro de heladas cesa por completo.
Si cambiamos de extremo y planteamos una situación de temperaturas altas entre 35 y 40 grados centígrados lo mejor es dejar de hormigonar, pero si no es posible hacer esto lo mejor es resguardar el cimiento del sol por medio de sacos, ramas, etc., sobre los cuales se tendrá continuamente un ambiente de humedad a base de riegos continuos.
Podemos concluir, por tanto, que las condiciones extremas tanto de calor como de frío son las que perjudican seriamente el proceso de asentamiento del hormigón, por lo que es recomendable tener en cuenta esta serie de conceptos.