A algunos restauradores les gusta dejar su huella en los monumentos y edificios que restauran y así lo confirma el ejemplo más característico de nuestro país. Se halla en Salamanca, en concreto, en la Catedral Nueva, y pasaría desapercibido si no fuera por lo llamativo que resultan sus ropajes.
Nos referimos al astronauta que encontramos en la Puerta de Ramos de la Catedral. Posado en un pilar, este astronauta cuenta con lo necesario para una escapada a la Luna. Lleva un casco y las características botas así como un aparato de respiración compuesto de tubos que salen de la mochila que porta detrás. En su mano derecha agarra lo que parece ser una vid que actúa como arnés, mientras que la otra se apoya en una hoja.
La Catedral Nueva se construyó entre los siglos XVI y XVIII y en ese momento, claro está, a los canteros no les dio por cincelar un astronauta. La idea se le ocurrió a Miguel Romero durante la restauración del monumento en 1992. Como sucedía con los canteros medievales, éste deseaba dejar su firma en la catedral, eligiendo al astronauta como símbolo del siglo XX.
El astronauta no es la única señal moderna que encontramos en el edificio. Cerca de éste, también en la Puerta de Ramos, encontramos un dragón comiendo un helado de tres bolas, nacida de igual forma durante la restauración de 1992.