Tal y como vimos la semana pasada, gracias a los aljibes hemos podido acceder a un bien que a pesar de ser inagotable, a veces ha pecado de inaccesible.
Pero, ¿cuál es su historia? Pues hoy en Fetasa te la contamos.
Los aljibes han contribuido a la vida, y en especial a la humana, durante grandes épocas de sequía. De esta forma, si viajamos al emblemático barrio del Albaicín, en Granada, disfrutaremos, no sólo de espectaculares construcciones árabes, sino de ver que los aljibes fueron el único modo de abastecer de agua a ese barrio.
Lo mismo sucedió durante mucho tiempo en la isla de Capri, en Italia. El Imperio Romano sobrevivió en territorios semiáridos como la Península Ibérica. O la propia Roma, gracias a la construcción de estos grandes sistemas de almacenamiento de agua.
Los aljibes solían estar construidos con ladrillos unidos con argamasa, un tipo de masa de mortero compuesto por una mezcla de cal. Normalmente las paredes internas estaban recubiertas de arena, óxido de calcio y de hierro, arcilla roja y resina de lentisco. El objetivo: impedir filtraciones y la putrefacción del compuesto.
Mantener el agua potable es una tarea ardua y delicada. Recordemos que en nuestro planeta sólo el 0.007% del agua es dulce. Y esa cantidad se ve reducida año tras año debido a la contaminación.