El proceso que se lleva a cabo para preservar los monumentos de piedra se trata de separar los granos individuales, que constituyen la piedra, y volver a pegarlos de nuevo. Estos materiales de unión se consideran consolidantes de la piedra. Su eficacia es mucho mayor en piedra arenisca, piedra caliza o otras piedras sedimentarias.
El primer paso para realizar la conservación es la limpieza. Para comenzar se necesita como herramientas un pulverizador de bomba y un cepillo de cerdas suaves. Tras ello, se examina la piedra para buscar signos de deterioro o desmoronamiento de la misma. En este último caso, no se debe de limpiar la piedra, ya que lo que provocaría sería un aceleramiento del proceso de desmorone.
Otro de los pasos es conocer qué tipo de piedra es, debido a que sus características influye en el tipo de tratamiento que ser realizará sobre ellas. Algunos tipos de piedras son más suaves y otras tiene mayor propensión a sufrir daños. Por ejemplo, la piedra caliza y arenisca son más propensas a sufrir daño, en cambio el granito es mucho más duro. Estas diferencias influyen en la elección del cepillo, ya que la rigidez de las cerdas puede tener diferentes consecuencias
En este tipo de trabajos se busca una ejecución sencilla, que modifique lo menos posible las piedras. Por eso, se suele utilizar simplemente agua y el cepillo más adecuado según la piedra a tratar. Para enjuagar la piedra, la mejor herramienta es un pulverizador de bomba, debido a que reduce la contaminación de agua sucia. Además, si se trata de añadir un limpiador, este debe ser de pH neutro, no irónico y biocida para poder eliminar el crecimiento biológico de raíces, que pueden hacer desaparecer la piedra.
Por último, simplemente se dejará secar y se aplicará un producto sellador, que respete la forma y características de la piedra.